Por: Ana Lucía Piñán Elizondo - Creadora, investigadora y docente.
De la mecánica a lo articular. Del aire a la tierra. Llegó el día de la 3er semifinal junto con una clase de piso articular con Ángel Arámbula, codirector de la compañía de danza contemporánea Lux Boreal, organizadora del 4X4 TJ Night. Los cuerpos se multiplicaron también por cuatro en el salón de ensayo de la compañía anfitriona; 40 bailarines articulando experiencias en un solo espacio, y es que, la articulación se presenta cada vez más como un eje, casi filosófico, no solo de esta plataforma sino de todo el ejercicio profesional de sus organizadores.
Desde de las diez de la mañana (justo 10 horas antes de la 3er semifinal), Arámbula propuso articular el cuerpo a partir de la articulación de la palabra; articular la comunidad dancística y compartir ese piso que, si bien en lo cotidiano contiene a bailarines y residentes de Lux Boreal, al igual que la tarima que protagoniza el concurso que hoy nos reúne en el Marko Disko Club Social, se expandió para abarcarnos a todos.
10 horas después, 9 propuestas se presentaron para lograr que esta noche se distinguiera por la claridad en sus estructuras.
Generación X de Isela Quintana y Chava Carbajal, integrantes de Hebra, provenientes de CDMX, nos entregan un dueto perfectamente integrando, con una estética muy cuidada que se corresponde sin duda a la identificada en el título de la obra.
Benjamín León presenta, con Casa VIII, un dueto proveniente de Cuernavaca, Mor. Obra con una clara estructura circular y que encuentra en su inicio y su final momentos de gran contundencia, dejando para el desarrollo de la misma una fisicalidad capaz de lograr un contrapunto con el inicio que resulta cercano al misterio.
Wabi-sabi de Laura Lane, desde Culiacán, Sinaloa, presenta un dueto femenino que busca, desde su construcción, los contrastes. Con un vestuario que aporta movimiento al movimiento y provoca una atmósfera que tira hacia lo oscuro, logran un trabajo lleno de texturas en el que el cuerpo podría pasar a un segundo plano. En un segundo momento, tras un cambio de vestuario, dan un giro hacia el brillo, hacia el mostrarse como ser humano, con toda su sensualidad, su bondad y su luz.
Desde Queretaro, Ruta 45 nos entrega la pieza Closet, una creación colectiva que arrancó las más sinceras carcajadas de todos los presentes. Un dueto femenino que podría resultar, casi, un estudio de género. Con una fuerte carga de teatralidad, una marcada influencia del Vogue como tendencia y estilo y una muy particular conexión con el público, nos llevaron a una clara reflexión en torno a los estereotipos sociales, mentales, de género, etc. Una de las obras más aplaudidas.
Con Acuerdos temporales, Cinthia Pérez, César Aragón y Eder Arrasquito, integrantes de proyecto 2º piso, de Cholula, Pue., nos anunciaron verbalmente, al inicio de la obra, una estructura abierta. Advirtieron que se trataba de hablar tanto de lo particular como de lo cotidiano. Y eso fue lo que nos entregaron: una exploración de movimiento a partir del contacto, la respiración, el sonido del movimiento, que nos recuerda eso que hacemos todos mientras que también nos dicen que en lo humano está lo único.
Johnny Millán, de Mazatlán, presentó Apacible, obra que generaba una gran expectativa por contar con intérpretes de semejante trayectoria escénica. Estaba dicho que, fuera cual fuera la propuesta coreográfica, la pura presencia de Xitlali Piña en la tarima, con semejante experiencia y dominio tanto técnico como interpretativo, sería un momento imperdible. Y tampoco quedó a deber: una limpieza de líneas, de uso espacial, una conexión con Johnny Millán que solo dos fenómenos de la danza (desde la definición de la primer entrega de este tríptico de textos) podrían regalarnos.
Desierta de Gabriela Hernández y Karla Ailyn Hernández, de Vorágine Escénica, desde Xalapa, sorprende con una estética fuertemente cargada hacia aquella de la danza moderna que, si bien se sigue viendo en algunos rincones del país, corresponde a una época que no es la de sus intérpretes. Con una imagen totalmente cuidada y con dos muy jóvenes intérpretes totalmente comprometidas, nos sumergimos en una atmósfera que, en su búsqueda por lo terrenal nos lleva a una sensación etérea como ninguna otra propuesta de este 4X4 TJ Night. Pero al final, los cuerpos no mienten, y desde su incapacidad para acceder al espíritu de una época que no es la propia – desde una mirada bastante Hegueliana – la modernidad y la contemporaneidad se entremezclan en una reducida área llena de ritmicidad, voz, cuerpo e imágenes color púrpura.
En impecables trajes blancos de esgrima y con solo una careta negra, corporalizada por dos estilizadas figuras masculinas, Vitruviano, obra de Guillermo Magallón y Héctor Valdovinos, de CDMX, genera expresiones de asombro provocadas por una, también impecable, contundente y perfecta ejecución; de alta definición, me atreveré a decir. Una integración inigualable, un exploración de movimiento que sin duda remite a su título y un desarrollo de motivos que logran contener incluso algunos guiños a las notas que Leonardo da Vinci hiciera en su Estudio de las proporciones del cuerpo humano. “Perfecto” sería un buen adjetivo para esta propuesta. Solo me quedaría pendiente saber si, en este escenario cuadrado de 4X4, se escondió la intención de establecer la relación entre el cuadrado dado y el área de un círculo de un área igual. Aunque al final, no es filosofía, así que seguramente no importa... o si.
Ôzaru, de Jorge Luis Salazar Torres, de Zona Cero, desde Culiacán, presenta 3 personajes masculinos: uno hablando de fracturas expuestas, otro platicando con los otros dos sobre pirotecnia y, uno más, obsesionado con las caricaturas... ejem... con el Anime (aclaración que tomo de la obra), específicamente con Dragon Ball... todo al mismo tiempo. No hizo falta música alguna, entre los diálogos empalmados, que incluían el sonido simulado de la pirotecnia y los efectos de los poderes de los personajes de Dragon Ball, el público conectó con el carisma y personalidad de estos tres personajes, incluso con la confusión que buscaron lograr con total claridad. Un trío poderoso, explosivo, con pausas precisas y un derroche de fuerza física que tiende más al movimiento entendido como tal que como danza (no, no digo que no sea danza, pero ese es un tema de desarrollo mucho más largo).
En lo general, porque en lo particular los autores se me agotan en el riesgo de repetirse, la idea de Lepecki (2006) respecto a que la danza se agotó, se instaló en mi cabeza de manera permanente durante todo el concurso; el agotamiento no del movimiento, no del cuerpo en movimiento; de la danza.
Desde las diferentes propuestas de esta 3er semifinal, cuestiono lo dicho por Danto (2006) en tanto a que las obras de arte siempre “exterioriza[n] una forma de ver el mundo, expresa[n] el interior de un período cultural, [se ofrece] como un espejo en el que atrapar la conciencia de nuestros reyes”. Pero al mismo tiempo lo confirmo a través de obras como Closet e incluso Ôzaru (sin pretender decir con esto que son las únicas, sólo son las que provocaron una mayor resonancia en mi).
La inclusión, a partir de los escasos tres autores citados en este breve texto y de la variedad de propuestas vistas y vividas en esta 3er noche, es lo que parece articular la existencia del 4X4 TJ Night como punto de encuentro de creadores ansiosos por compartir, experimentar y corporalizar este fenómeno.
El after. Esta vez, la noche no terminaba con la deliberación del jurado respecto a lo visto esa noche. Esta vez, nadie se fue Marko Disko Club Social sin saber quien pasaría a la Gran final. Toda la fiesta que sucedió en el llamado y anunciado after fue resultado de esta expectativa. Pero mientras sucedía, no importaba si te habías presentado en la 1ª, 2ª o 3er semifinal, ni siquiera importaba si no eras bailarín, si eras de Tijuana o de Puebla o de Queretaro o de cualquier parte del mundo, no importó edad. Lo verdaderamente importante fue el movimiento, el frenesí de compartir el cuerpo con colegas y amigos. La adrenalina por los resultados, la capacidad de bailar por placer como si nadie te observara o bien, esa peculiar necesidad de los bailarines por ser vistos, generó un verdadero homenaje a la danza y a la comunidad, capaz de cimbrar las fibras hasta del espectador menos asiduo de las artes escénicas.
Y es probable (habrá que comprobarlo) que esta sea la más grande virtud del 4X4 TJ Night. Es decir, está barbara la capacidad de detonar creatividad, está buenísimo llevarse el premio, está genial entrenar con Erika Méndez y con Ángel Arámbula... pero ¡crear comunidad! Tan necesaria como aparentemente carente (aunque me gusta pensar que cada vez menos) en el ámbito de la danza, aparece como una proeza que Lux Boreal logra, en sus distintas plataformas, para articular, desde lo propio, lo colectivo.
"Todas las actividades de Lux Boreal son apoyadas por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes"
Imágenes: Carla Alcántara Photography (link en las imágenes)
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